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El encarcelamiento de Craig Murray es el Ășltimo movimiento en una batalla para acabar con el periodismo independiente

 Escrito por Jonathan Cook,

Craig Murray, ex embajador en Uzbekistån, padre de un niño recién nacido, un hombre con muy mala salud y sin antecedentes penales, se entregó a la policía escocesa el domingo por la mañana.

Se convierte en la primera persona en ser encarcelada por el cargo oscuro y vagamente definido de "identificaciĂłn de rompecabezas".

Murray es tambiĂ©n la primera persona encarcelada en Gran Bretaña por desacato al tribunal por su periodismo en medio siglo , un perĂ­odo en el que prevalecieron valores legales y morales tan diferentes que el establecimiento britĂĄnico acababa de terminar el enjuiciamiento de "homosexuales" y el encarcelamiento. de las mujeres por tener abortos.

El encarcelamiento de Murray durante ocho meses por parte de Lady Dorrian, la segunda jueza mĂĄs importante de Escocia, se basa, por supuesto, en una lectura aguda de la ley escocesa en lugar de pruebas de que los establecimientos polĂ­ticos escoceses y londinenses buscan venganza contra el ex diplomĂĄtico. Y la negativa de la corte suprema del Reino Unido el jueves a escuchar la apelaciĂłn de Murray a pesar de muchas  anomalĂ­as legales evidentes  en el caso, allanando asĂ­ su camino a la cĂĄrcel, estĂĄ igualmente arraigada en una aplicaciĂłn estricta de la ley y no estĂĄ influenciada de ninguna manera por consideraciones polĂ­ticas.

El encarcelamiento de Murray no tiene nada que ver con el hecho de que avergonzĂł al estado britĂĄnico a principios de la dĂ©cada de 2000 al convertirse en la mĂĄs rara de las cosas: un diplomĂĄtico denunciante. Expuso la connivencia del gobierno britĂĄnico, junto con Estados Unidos, en el rĂ©gimen de tortura de UzbekistĂĄn.

Su encarcelamiento tampoco tiene nada que ver con el hecho de que Murray haya avergonzado al estado britĂĄnico mĂĄs recientemente al denunciar los abusos legales lamentables y continuos   en un tribunal de Londres mientras Washington busca extraditar al fundador de Wikileaks, Julian Assange, y encerrarlo de por vida en una prisiĂłn de mĂĄxima seguridad. Estados Unidos quiere dar un ejemplo de Assange por exponer sus crĂ­menes de guerra en Irak y AfganistĂĄn y por publicar cables diplomĂĄticos filtrados que le quitaron la mĂĄscara a la fea polĂ­tica exterior de Washington.

El encarcelamiento de Murray no tiene nada que ver con el hecho de que los procedimientos por desacato en su contra le permitieron a la corte escocesa privarlo de su pasaporte para que no pudiera viajar a España y testificar en un caso relacionado con Assange que es muy vergonzoso para Gran Bretaña y Estados Unidos. A la audiencia española se le han presentado montones de pruebas de que Estados Unidos  espiĂł ilegalmente  a Assange dentro de la embajada ecuatoriana en Londres, donde solicitĂł asilo polĂ­tico para evitar la extradiciĂłn. Murray debĂ­a testificar que sus propias conversaciones confidenciales con Assange fueron filmadas, al igual que las reuniones privilegiadas de Assange con sus propios abogados. Tal espionaje deberĂ­a haber visto el caso contra Assange desestimado, si el juez de Londres hubiera estado aplicando la ley.

De manera similar, el encarcelamiento de Murray no tiene nada que ver con el hecho de que avergonzĂł a los establecimientos polĂ­ticos y legales escoceses al informar, casi sin ayuda, el caso de la defensa en el juicio del ex primer ministro de Escocia, Alex Salmond. No informada por los medios corporativos, la evidencia presentada por los abogados de Salmond llevĂł a un jurado dominado por mujeres a absolverlo de una serie de cargos de agresiĂłn sexual. Son los informes de Murray sobre la defensa de Salmond lo que ha sido la fuente de sus problemas actuales.

Y lo mĂĄs seguro es que el encarcelamiento de Murray no tiene nada que ver con su argumento, uno que podrĂ­a explicar por quĂ© el jurado no estaba tan convencido por el caso de la fiscalĂ­a, de que Salmond fue en realidad vĂ­ctima de un complot de alto nivel por parte de polĂ­ticos de alto nivel en Holyrood para desacreditarlo. e impedir su regreso a la vanguardia de la polĂ­tica escocesa. La intenciĂłn, dice Murray, era negarle a Salmond la oportunidad de enfrentarse a Londres y presentar un caso serio a favor de la independencia, y asĂ­ exponer el creciente servicio de boquilla del SNP a esa causa.

Ataque implacable

Murray ha sido una espina clavada en el costado del establecimiento britĂĄnico durante casi dos dĂ©cadas. Ahora han encontrado una manera de encerrarlo tal como lo han hecho con Assange, asĂ­ como de atar a Murray potencialmente durante años en batallas legales que corren el riesgo de llevarlo a la bancarrota mientras busca limpiar su nombre.

Y dada su salud extremadamente precaria, documentada en detalle ante el tribunal, su encarcelamiento corre aĂșn mĂĄs el riesgo de convertir ocho meses en una cadena perpetua. Murray estuvo a punto de morir de una embolia pulmonar hace 17 años, la Ășltima vez que estuvo bajo un ataque tan implacable por parte del establecimiento britĂĄnico. Su salud no ha mejorado desde entonces.

En ese momento, a principios de la década de 2000, en el período previo y las primeras etapas de la invasión de Irak, Murray expuso efectivamente la complicidad de sus colegas diplomåticos britånicos: su preferencia por hacer la vista gorda ante los abusos sancionados por su propio gobierno y su corrupta y corruptora alianza con Estados Unidos.

MĂĄs tarde, cuando saliĂł a la luz el programa de Washington de “rendiciĂłn extraordinaria” (secuestro patrocinado por el estado), asĂ­ como su rĂ©gimen de tortura en lugares como Abu Ghraib, la atenciĂłn deberĂ­a haberse centrado en la incapacidad de los diplomĂĄticos para hablar. A diferencia de Murray, se negaron a convertirse en denunciantes. Proporcionaron cobertura a la ilegalidad y la barbarie.

Por sus dolores, Murray fue calumniado por el gobierno de Tony Blair como, entre otras cosas, un depredador sexual, cargos que una investigaciĂłn del Ministerio de Relaciones Exteriores finalmente lo absolviĂł. Pero el daño ya estaba hecho, con Murray expulsado. Un compromiso con la probidad moral y legal era claramente incompatible con los objetivos de la polĂ­tica exterior britĂĄnica.

Murray tuvo que reinventar su carrera, y lo hizo a travĂ©s de un  popular blog . Ha aplicado la misma dedicaciĂłn a la verdad y el compromiso con la protecciĂłn de los derechos humanos en su periodismo, y nuevamente se ha enfrentado a una oposiciĂłn igualmente feroz del establishment britĂĄnico.

Periodismo de dos niveles

La innovaciĂłn legal mĂĄs evidente e inquietante en el fallo de Lady Dorrian contra Murray, y la razĂłn principal por la que se dirige a la cĂĄrcel, es su decisiĂłn de dividir a los periodistas en dos clases: los que trabajan para los medios de comunicaciĂłn corporativos aprobados y los que, como Murray, que son independientes, a menudo financiados por lectores en lugar de pagar grandes salarios por los multimillonarios o el estado.

SegĂșn Lady Dorrian, los periodistas corporativos con licencia tienen derecho a las protecciones legales que ella negĂł a periodistas no oficiales e independientes como Murray, los mismos periodistas que tienen mĂĄs probabilidades de enfrentarse a los gobiernos, criticar el sistema legal y exponer la hipocresĂ­a y las mentiras de las corporaciones. medios de comunicaciĂłn.

Al encontrar a Murray culpable de la llamada "identificaciĂłn de rompecabezas", Lady Dorrian no hizo una distinciĂłn entre lo que Murray escribiĂł sobre el caso Salmond y lo aprobado, escribieron los periodistas corporativos.

Eso es por una buena razĂłn. Dos encuestas han demostrado que la mayorĂ­a de los que siguieron el juicio de Salmond y creen haber identificado a uno o mĂĄs de sus acusadores lo hicieron a partir de la cobertura de los medios corporativos, especialmente la BBC. Los escritos de Murray parecen haber tenido muy poco impacto en la identificaciĂłn de cualquiera de los acusadores. Entre los periodistas individuales nombrados, Dani Garavelli, quien escribiĂł sobre el juicio para Escocia el domingo y la London Review of Books, fue citado 15 veces mĂĄs a menudo por los encuestados que Murray por ayudarlos a identificar a los acusadores de Salmond.

MĂĄs bien, la distinciĂłn de Lady Dorrian fue sobre quiĂ©n recibe protecciĂłn cuando ocurre la identificaciĂłn. Escriba para el Times o el Guardian, o transmita en la BBC, donde el alcance de la audiencia es enorme y los tribunales lo protegerĂĄn de los enjuiciamientos. Si escribe sobre los mismos temas en un blog, corre el riesgo de que lo acoso hasta la cĂĄrcel.

De hecho, la base legal de la "identificaciĂłn en forma de rompecabezas" - uno podrĂ­a argumentar que el punto de la misma - es que acumula poderes peligrosos para el estado. Otorga permiso para que el establecimiento legal decida arbitrariamente quĂ© pieza del supuesto rompecabezas debe contarse como identificaciĂłn. Si Kirsty Wark de la BBC incluye una pieza del rompecabezas, no cuenta como identificaciĂłn a los ojos de la corte. Si Murray u otro periodista independiente ofrece una pieza diferente del rompecabezas, cuenta. No deberĂ­a ser necesario subrayar la evidente facilidad con la que el establecimiento puede abusar de este principio para oprimir y silenciar a los periodistas disidentes.

Y, sin embargo, esta ya no es solo la decisiĂłn de Lady Dorrian. Al negarse a escuchar la apelaciĂłn de Murray, la corte suprema del Reino Unido ha ofrecido su bendiciĂłn a esta misma clasificaciĂłn peligrosa de dos niveles.

Acreditado por el estado

Lo que ha hecho Lady Dorrian es revertir las opiniones tradicionales sobre lo que constituye el periodismo: que es una pråctica que, en el mejor de los casos, estå diseñada para hacer rendir cuentas a los poderosos, y que cualquiera que se dedique a ese trabajo estå haciendo periodismo, ya sea que lo haga o no. se les suele considerar como un periodista.

Esa idea era obvia hasta hace muy poco. Cuando las redes sociales despegaron, uno de los logros anunciados incluso por los medios corporativos fue el surgimiento de un nuevo tipo de “periodista ciudadano”. En esa etapa, los medios corporativos creĂ­an que estos periodistas ciudadanos se convertirĂ­an en forraje barato, proporcionando historias locales sobre el terreno a las que solo ellos tendrĂ­an acceso y que solo los medios establecidos estarĂ­an en condiciones de monetizar. Este fue precisamente el Ă­mpetu de la secciĂłn El comentario es gratuito de The Guardian, que en su primera encarnaciĂłn permitiĂł que una selecciĂłn variada de personas con conocimientos o informaciĂłn especializada proporcionaran al periĂłdico artĂ­culos de forma gratuita para aumentar las tasas de ventas y publicidad del periĂłdico.

La actitud del establishment hacia los periodistas ciudadanos, y la de The Guardian hacia el modelo Comment is Free, solo cambió cuando estos nuevos periodistas comenzaron a resultar difíciles de controlar, y su trabajo a menudo destacó inadvertidamente o de otra manera las deficiencias, engaños y dobles raseros de los medios corporativos.

Ahora, Lady Dorrian ha puesto el Ășltimo clavo en el ataĂșd del periodismo ciudadano. Ella ha declarado a travĂ©s de su fallo que ella y otros jueces serĂĄn los que decidan quiĂ©n es considerado periodista y, por lo tanto, quiĂ©n recibe protecciĂłn legal por su trabajo. Esta es una forma apenas oculta para que el estado otorgue licencias o "acredite" a los periodistas. Convierte el periodismo en un gremio profesional con solo periodistas corporativos oficiales a salvo de represalias legales por parte del estado.

Si usted es un periodista no autorizado y sin credenciales, puede ser encarcelado, como lo estĂĄ siendo Murray, con una base legal similar al encarcelamiento de alguien que realiza una operaciĂłn quirĂșrgica sin las calificaciones necesarias. Pero mientras que la ley contra los cirujanos charlatanos estĂĄ ahĂ­ para proteger al pĂșblico, para evitar que se inflijan daños innecesarios a los enfermos, la decisiĂłn de Lady Dorrian tendrĂĄ un propĂłsito muy diferente: proteger al estado del daño causado por la exposiciĂłn de su secreto o mĂĄs prĂĄcticas malignas por parte de periodistas problemĂĄticos, escĂ©pticos y ahora en gran parte independientes.

El periodismo estĂĄ siendo acorralado de nuevo al control exclusivo del estado y de las corporaciones multimillonarias. Puede que no sea sorprendente que los periodistas corporativos, deseosos de conservar sus trabajos, consientan a travĂ©s de su silencio este asalto total contra el periodismo y la libertad de expresiĂłn. DespuĂ©s de todo, esto es una especie de proteccionismo - seguridad laboral adicional - para los periodistas empleados por un medio corporativo que no tiene la intenciĂłn real de desafiar a los poderosos.

Pero lo que es realmente impactante es que esta peligrosa acumulaciĂłn de mĂĄs poder para el estado y su clase corporativa aliada estĂĄ siendo respaldada implĂ­citamente por el sindicato de periodistas britĂĄnicos, el NUJ. Se ha mantenido en silencio durante los muchos meses de ataques contra Murray y los esfuerzos generalizados para desacreditarlo por sus informes. El NUJ no ha hecho ningĂșn ruido significativo sobre la creaciĂłn de Lady Dorrian de dos clases de periodistas, aprobados por el estado y no aprobados, o sobre su encarcelamiento de Murray por estos motivos.

Pero el NUJ ha ido mĂĄs lejos. Sus lĂ­deres se han lavado las manos pĂșblicamente de Murray al excluirlo de la membresĂ­a del sindicato, incluso cuando sus funcionarios han admitido que deberĂ­a calificar. El NUJ se ha vuelto tan cĂłmplice en el acoso de un periodista como lo fueron antes los compañeros diplomĂĄticos de Murray por su acoso como embajador. Este es un episodio verdaderamente vergonzoso en la historia de NUJ.

Libertad de expresiĂłn criminalizada

Pero mĂĄs peligroso aĂșn, el fallo de Lady Dorrian es parte de un patrĂłn en el que los establecimientos polĂ­ticos, judiciales y de los medios de comunicaciĂłn se han coludido para restringir la definiciĂłn de lo que cuenta como periodismo, para excluir cualquier cosa mĂĄs allĂĄ de la papilla que generalmente se hace pasar por periodismo en los medios corporativos.

Murray ha sido uno de los pocos periodistas en informar en detalle los argumentos hechos por el equipo legal de Assange en sus audiencias de extradiciĂłn. De manera notable, tanto en los casos de Assange como de Murray, el juez que preside ha limitado las protecciones de libertad de expresiĂłn otorgadas tradicionalmente al periodismo y lo ha hecho al restringir quiĂ©n califica como periodista. Ambos casos han sido ataques frontales a la capacidad de cierto tipo de periodistas - aquellos que estĂĄn libres de la presiĂłn empresarial o estatal - para cubrir importantes historias polĂ­ticas, criminalizando efectivamente el periodismo independiente. Y todo esto se ha conseguido mediante un juego de manos.

En el caso de Assange, la jueza Vanessa Baraitser asintiĂł en gran medida con las afirmaciones de Estados Unidos de que lo que habĂ­a hecho el fundador de Wikileaks era espionaje en lugar de periodismo. El gobierno de Obama habĂ­a pospuesto el enjuiciamiento de Assange porque no podĂ­a encontrar una distinciĂłn en la ley entre su derecho legal a publicar evidencia de crĂ­menes de guerra estadounidenses y el New York Times y el derecho de The Guardian a publicar la misma evidencia, proporcionada por Wikileaks. Si la administraciĂłn de EE. UU. Procesara a Assange, tambiĂ©n tendrĂ­a que procesar a los editores de esos documentos.

Los funcionarios de Donald Trump pasaron por alto ese problema al crear una distinciĂłn entre periodistas "adecuados", empleados por medios corporativos que supervisan y controlan lo que se publica, y periodistas "falsos", aquellos independientes que no estĂĄn sujetos a tal supervisiĂłn y presiones.

Los funcionarios de Trump negaron a Assange el estatus de periodista y editor y, en cambio, lo trataron como un espĂ­a que se confabulaba y ayudaba a los denunciantes. Eso supuestamente anulĂł las protecciones de libertad de expresiĂłn de las que disfrutaba constitucionalmente. Pero, por supuesto, el caso de Estados Unidos contra Assange fue una tonterĂ­a patente. Es fundamental para el trabajo de los periodistas de investigaciĂłn "confabularse" con los denunciantes y ayudarlos. Y los espĂ­as ocultan la informaciĂłn que les proporcionan esos denunciantes, no la dan a conocer al mundo, como lo hizo Assange.

Note los paralelismos con el caso de Murray.

El enfoque del juez Baraitser hacia Assange se hizo eco del de Estados Unidos: que solo los periodistas aprobados y acreditados disfrutan de la protecciĂłn de la ley contra el enjuiciamiento; Solo los periodistas aprobados y acreditados tienen derecho a la libertad de expresiĂłn (en caso de que opten por ejercerlo en salas de redacciĂłn en deuda con los intereses estatales o corporativos). La libertad de expresiĂłn y la protecciĂłn de la ley, implicaba Baraitser, ya no se relacionan principalmente con la legalidad de  lo que  se dice, sino con el estatus legal de  quien lo  dice.

Lady Dorrian adoptĂł una metodologĂ­a similar en el caso de Murray. Ella le ha negado la condiciĂłn de periodista y, en cambio, lo ha clasificado como una especie de periodista o bloguero "impropio". Al igual que con Assange, existe la implicaciĂłn de que los periodistas "impropios" o "falsos" son una amenaza tan excepcional para la sociedad que deben ser despojados de las protecciones legales normales de la libertad de expresiĂłn.

La “identificaciĂłn de rompecabezas”, especialmente cuando se combina con acusaciones de agresiĂłn sexual, que involucran los derechos de las mujeres y juega con la obsesiĂłn mĂĄs amplia y actual con las polĂ­ticas de identidad, es el vehĂ­culo perfecto para obtener un consentimiento generalizado para la criminalizaciĂłn de la libertad de expresiĂłn de los periodistas crĂ­ticos.

Grilletes de medios corporativos

Existe un panorama aĂșn mĂĄs amplio que deberĂ­a ser difĂ­cil de pasar por alto para cualquier periodista honesto, corporativo o de otro tipo. Lo que Lady Dorrian y el juez Baraitser, y el establecimiento detrĂĄs de ellos, estĂĄn tratando de hacer es volver a meter al genio en la botella. EstĂĄn tratando de revertir una tendencia que durante mĂĄs de una dĂ©cada ha visto a un nĂșmero pequeño pero creciente de periodistas usar nuevas tecnologĂ­as y redes sociales para liberarse de los grilletes de los medios corporativos y decir verdades que se suponĂ­a que las audiencias nunca debĂ­an escuchar.

¿No me crees? Considere el caso del periodista de The Guardian and Observer, Ed Vulliamy. En su libro Flat Earth News, el colega de Vulliamy en The Guardian Nick Davies cuenta la historia de cĂłmo Roger Alton, editor del Observer en el momento de la guerra de Irak y periodista acreditado y con licencia, si alguna vez hubo uno, se sentĂł en uno de los las historias mĂĄs importantes de la historia del periĂłdico durante meses.

A fines de 2002, Vulliamy, un reportero veterano y de mucha confianza, convenciĂł a Mel Goodman, un exfuncionario de alto rango de la CIA que todavĂ­a tenĂ­a autorizaciĂłn de seguridad en la agencia, para que dejara constancia de que la CIA sabĂ­a que no habĂ­a armas de destrucciĂłn masiva en Irak, el pretexto para una invasiĂłn inminente e ilegal de ese paĂ­s. Como muchos sospechaban, los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña habĂ­an estado diciendo mentiras para justificar una prĂłxima guerra de agresiĂłn contra Irak, y Vulliamy tenĂ­a una fuente clave para probarlo.

Pero Alton agregĂł esta historia trascendental y luego se negĂł a publicar otras seis versiones escritas por un Vulliamy cada vez mĂĄs exasperado durante los prĂłximos meses, mientras la guerra se avecinaba. Alton estaba decidido a mantener la historia fuera de las noticias. En 2002, solo se necesitaba un puñado de editores, todos los cuales habĂ­an ascendido en las filas por su discreciĂłn, matiz y "juicio" cuidadoso, para asegurarse de que algunos tipos de noticias nunca llegaran a sus lectores.

Las redes sociales han cambiado esos cĂĄlculos. La historia de Vulliamy no podrĂ­a ser anulada tan fĂĄcilmente hoy. Se filtrarĂ­a, precisamente a travĂ©s de un periodista independiente de alto perfil como Assange o Murray. Es por eso que estas figuras son tan crĂ­ticamente importantes para una sociedad sana e informada, y por quĂ© ellas, y algunas otras como ellas, estĂĄn desapareciendo gradualmente. El sistema ha entendido que el costo de permitir que los periodistas independientes operen libremente es demasiado alto.

En primer lugar, todo el periodismo independiente y sin licencia se clasificĂł como "noticias falsas". Con eso como telĂłn de fondo, las corporaciones de redes sociales pudieron confabularse con las llamadas corporaciones de medios heredadas para convertir a los periodistas independientes en algoritmos en el olvido. Y ahora se estĂĄ educando a los periodistas independientes sobre el destino que probablemente les sobrevendrĂĄ si intentan emular a Assange o Murray.

Dormido al volante

De hecho, mientras los periodistas corporativos han estado dormidos al volante, el establishment britĂĄnico se ha estado preparando para ampliar la red para criminalizar todo periodismo que busque hacer rendir cuentas al poder. Un reciente documento de consulta del gobierno  que  pide una represiĂłn mĂĄs draconiana de lo que se denomina engañosamente "divulgaciĂłn progresiva", un cĂłdigo para el periodismo, se ha ganado el respaldo de la ministra del Interior, Priti Patel. El documento clasifica implĂ­citamente al periodismo como poco diferente del espionaje y la denuncia de irregularidades.

A raĂ­z del documento de consulta, el Ministerio del Interior ha pedido al parlamento que considere "un aumento de las penas mĂĄximas" para los infractores, es decir, los periodistas, y que ponga fin a la distinciĂłn "entre el espionaje y las revelaciones no autorizadas mĂĄs graves". El argumento del gobierno es que las "divulgaciones posteriores" pueden crear "daños mucho mĂĄs graves" que el espionaje y, por lo tanto, deben tratarse de manera similar. Si se acepta, cualquier defensa de interĂ©s pĂșblico, la salvaguarda tradicional para los periodistas, serĂĄ silenciada.

Cualquiera que haya seguido las audiencias de Assange el verano pasado, que excluye a la mayorĂ­a de los periodistas en los medios corporativos, notarĂĄ fuertes ecos de los argumentos hechos por Estados Unidos para extraditar a Assange, argumentos que combinan periodismo con espionaje y que fueron ampliamente aceptados por el juez Baraitser.

Nada de esto ha surgido de la nada. Como señalĂł la publicaciĂłn de tecnologĂ­a en lĂ­nea The Register   en 2017, la ComisiĂłn JurĂ­dica estaba considerando en ese momento "propuestas en el Reino Unido para una nueva Ley de Espionaje que podrĂ­a encarcelar a los periodistas como espĂ­as". Dijo que tal acto estaba siendo "desarrollado apresuradamente por asesores legales".

Es bastante extraordinario que dos periodistas de investigaciĂłn, uno de ellos ex miembro del personal de The Guardian desde hace mucho tiempo, lograron escribir un artĂ­culo completo   en ese periĂłdico este mes sobre el documento de consulta del gobierno y no mencionar a Assange ni una sola vez. Las señales de advertencia han estado ahĂ­ durante la mayor parte de una dĂ©cada, pero los periodistas corporativos se han negado a notarlas. Del mismo modo, no es una coincidencia que la difĂ­cil situaciĂłn de Murray tampoco se haya registrado en el radar de los medios corporativos.

Assange y Murray son los canarios en la mina de carbĂłn por la creciente represiĂłn contra el periodismo de investigaciĂłn y los esfuerzos por hacer que el poder ejecutivo rinda cuentas. Por supuesto, los medios corporativos hacen cada vez menos de eso, lo que puede explicar por quĂ© los medios corporativos parecen no solo relajados sobre el creciente clima polĂ­tico y legal contra la libertad de expresiĂłn y la transparencia, sino que casi lo han apoyado.

En los casos de Assange y Murray, el estado britĂĄnico se estĂĄ labrando un espacio para definir quĂ© cuenta como periodismo legĂ­timo y autorizado, y los periodistas se estĂĄn coludiendo en este peligroso desarrollo, aunque solo sea a travĂ©s de su silencio. Esa colusiĂłn nos dice mucho sobre los intereses mutuos de los establecimientos polĂ­ticos y legales corporativos, por un lado, y el establecimiento de los medios corporativos, por el otro.

Assange y Murray no solo nos estĂĄn diciendo verdades preocupantes que se supone que no debemos escuchar. El hecho de que aquellos que son sus colegas, los que puedan ser los prĂłximos en la lĂ­nea de fuego les nieguen la solidaridad, nos dice todo lo que necesitamos saber sobre los llamados medios de comunicaciĂłn dominantes: que el papel de los periodistas corporativos es servir al sistema. intereses, no desafiarlos.


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